Fui con mi madre a recorrer el Golfo Arábigo (aunque en España lo conocemos como Golfo Pérsico) por 10 días en diciembre de 2012. Nuestro recorrido terminaba en Omán, y teníamos muchas ganas de hacer una visita al desierto. Por críticas en Internet vi el de Wahiba Sands, que era precioso y el resultado no decepcionó. ¡El desierto es una pasada! Rojo, con la arena fina, dunas pequeñas, dunas enormes, camellos, cabras... Muy recomendado. La época en la que fuimos, en diciembre, fue también muy buena, porque no hacía mucho calor, y se podía estar con una camiseta de manga larga fina y vaqueros largos (que es lo mejor para no ofender).

Elegir la empresa para visitar el desierto tuvo trabajo, porque hay que tener en cuenta que viajábamos dos mujeres solas. Por críticas y comparando precios, finalmente elegí el Nomadic Desert Camp. El resultado fue muy satisfactorio, y en cuestión de precios, era de los más razonables, así que lo puedo recomendar. Son a veces un poco pesados, pero es cuestión de tomárselo con sentido del humor. La mayoría de las empresas insisten en que te quedes al menos una noche a dormir en el desierto, ya que desde Mascate, la capital de Omán, hay casi 3 horas conduciendo hasta Wahiba Sands. Pero nosotras no queríamos pernoctar en el desierto, así que cogimos la excursión de ir desde Mascate por la mañana y volver por la tarde.

El campamento del desierto estaba cerca de la ciudad de Ibra. Hay otra ciudad más cerca que creo que era Al-Qabil, pero los nombres son difíciles de recordar. Al llegar al desierto fuimos a una tienda de beduinos donde nos dieron unos dátiles muy ricos y café. Allí vimos los primeros camellos. Después fuimos al campamento principal, donde comimos. La comida era variada, y también la bebida.

Tras la comida, nos llevaron a hacer "rally" por el desierto. Teníamos un buen coche y un excelente conductor, y fue impresionante corretear y subir y bajar por las dunas. ¡Algunas parecían verticales! Luego paramos en un paisaje impresionante, a hacernos fotos en las dunas. También fuimos a hacernos unas fotos con unos camellos que pastaban a su aire, a acariciarlos y podíamos montarlos si hubiéramos querido.

Hay que decir que se esforzaron mucho en que viéramos lo máximo y que no metían ninguna prisa para acabar. Vimos anochecer en el desierto (¡precioso!), y luego nos llevaron de vuelta a nuestro hotel en Mascate.

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