Tres meses pueden parecer mucho tiempo o muy poco según el nuevo destino, viaje en el que te embarcas, según tu situación en ese momento en el que emprendes el viaje. Tuve la suerte de vivir 3 meses en Derry, Irlanda del Norte y aunque el primer mes se pasó algo lento...luego el resto se fue volando!!! ¿Qué decir de mi experiencia? Simplemente alucinante. Encontrarte de repente en otro país, lejos del tuyo, donde realmente no conoces a nadie pero te sientes acompañada a la vez por la amabilidad de su gente y el cariño de tu familia de acogida. Para sentirte realmente en otro país tienes que vivir con una familia del mismo porque así aprenderás de sus costumbres, sus hábitos, su alimentación, sus fiestas, etc. Una ciudad con mucha historia, protagonista del Bloody Sunday, con un encanto natural y con muchísima vida. Podías salir cualquier día y a cualquier hora que siempre había gente en sus calles, en sus bares sobre todo, siempre abarrotados y con esa música característica de Irlanda que te sumerge totalmente en su cultura. Disfrutaba cada día como una cría chica, con cada tienda de 1 pound (veías tantas cosas que querías llevarte más de una al día =), con las tiendas alimentación ya que encontrabas infinidad de productos que no había en España, con los nuevos compañeros que ibas conociendo, gente de distintos puntos de España y de otros países. Disfrutaba de los domingos especialmente ya que la casa donde vivía se convertía en un hervidero de gente para almorzar, lo que llamaríamos un domingo en familia...había que hacer turnos para comer y no porque la cocina fuese pequeña sino por todos los que éramos. Entre semana era imposible realizar viajes pero los fines de semana los dedicaba a descubrir otro pedacito de Irlanda, a cual de ellos más bonito. Impresionante Giant's Causeway,toda la zona de la costa donde te encontrabas con castillos y lugares de interés, unos acantilados de infarto que te hacían sentir única por estar observando aquel lugar, que a tus ojos era el más lejano que pudieses imaginar. Muchísimas vivencias las que tuve allí, todo era intensidad y nuevas sensaciones. Cuando salías de marcha era totalmente distinto a lo que estabas acostumbrada en España. Allí podías salir perfectamente a las 3 de la tarde y tomarte una pinta ( mi frase más nombrada fue two carling, please), echar la tarde por la ciudad y entrar en un pub a las 8, siempre están llenos y lo mejor es que tienen diversidad de temática, los lunes tenías karaoke, los martes la fiesta española, los miércoles te trasladabas a la fiesta latina y así cada día de la semana. ¿Y vivir halloween? nada que ver con las celebraciones que había vivido antes, realmente espectacular, abarrotado de gente, disfraces sorprendentes, una zona habilitada sin alcohol en la que te daban al entrar una mochilita con fruta y agua. También pude disfrutar de la decoración navideña, las tiendas se llenan de motivos navideños, las calles de luces y árboles de navidad y de repente parece que estás en la típica película navideña que has visto en la tele con la diferencia de que es realidad, de que tú estás formando parte de ése paisaje. Pero la experiencia tenía un día para finalizar y ese día llegó, de pronto sentía que había vivido allí más tiempo, no quería regresar porque sabía que lo que allí había vivido seguramente no lo volvería a repetir y me despedí entre lágrimas de lo que durante ese tiempo fue mi familia y me había cuidado, me había sentido realmente aceptada y querida. Me fui feliz por poder haber vivido esa experiencia, agradecida por la oportunidad que tuve y por haber conocido a gente tan encantadora y parte de un país espectacular y del que estoy enamorada desde entonces.

Publicado hace 13 años