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Juicios, prejuicios y torpezas (parte 2).

Ceci - Viajar para compartir(nos)

Cuando volvimos por las calles que nos indicaron nuestros nuevos amigos romanos al final del recorrido del colectivo donde nos habíamos bajado unas horitas antes, nos toco esperar. En la espera estábamos rodeados de gente que tomaría el mismo bus, y aprovechamos el tiempo para pedir instrucciones y encontrar sin más vueltas el hostel al que íbamos. Con dificultad improvisamos charlas en italiano y uno de nuestros interlocutores se mostró complicado para entendernos, pero deseoso de ayudarnos, dijo que iba para el mismo lugar, él nos guiaría.
Llego el colectivo, todos subimos, y el hombre que se había ofrecido a acompañarnos no paró de hablar por teléfono en todo el largo recorrido; hecho que tomamos como una certeza de que al bajarnos nos esperaría una gran cantidad de amigos suyos para desvalijarnos y mil locuras más que se te pasan por la cabeza cuando viajas con la valija llena de fantasmas ajenos.
Llegó la hora de bajar, nuevamente en Termini, tratamos de despistarlo, no hubo caso, nos busco y nos indicó que lo sigamos… lo seguimos con total desconfianza.
El caminaba muy rápido, nosotros estábamos muy cansados y nuestras valijas estaban pesadas y bastante rotas desde que transitamos los adoquines del barrio Latino. Mientras caminábamos, nos apuraba y cuando llegábamos a una esquina nos explicaba como seguir solos, miraba nuestra cara de no haber entendido y nos decía que lo sigamos otra vez.
Nos dejo en la puerta del hostel y desapareció a la misma velocidad a la que nos había guiado (quien sabe la cantidad de cuadras que se desvió por asistirnos).
Así fue; tan amable y bien intencionado… una persona más que te tiende una mano sin saber tu nombre y hace que te reconcilies con la vida.
Ya instalados (tras cuatro pisos sin ascensor con valijotas), nos relajamos y prendimos la computadora para expresar el enojo con el hombre que nos alojaría en su sofá (ver parte 1) y no nos había brindado los datos completos de su dirección (en caso de que existiera).
Terrible sorpresa nos llevamos al ver que en el último mail, junto a la dirección que teníamos anotada, aparecía el piso y departamento, preciosamente detallados.
Esa fue nuestra primera noche en Roma. Una cantidad de anécdotas y muestras de bella humanidad, la comprobación de lo mal compañeros que son los prejuicios y un cierre:
Esa misma noche, tras comprobar que el error al encontrar la casa del Couchsurfer había sido nuestra, mandamos fotos a la familia y rompimos la computadora antes de irnos a dormir; Incomunicados el resto del viaje!

12/02/2013 19:57:34

Publicado hace 12 años en Viajar por Europa > Italia

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