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En Moscú nos llevamos una sorpresa y dos moralejas.

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Teníamos previsto salir del aeropuerto en metro, de ahí hacer un par de combinaciones y llegar antes de las nueve de la mañana a la casa donde pasaríamos dos noches.
Sin embargo, al llegar nos sentíamos muy cansados, llevábamos muchos días de viaje y estábamos un poquito enfermos. Salimos apenitas del aeropuerto y conocimos el frio ruso. Nos miramos, lo pensamos y tomamos la decisión de evitar los medios alternativos y transportarnos por unos u$s 50 en taxi.

Como teníamos que llegar a la casa entre las ocho y las nueve de la mañana, y recién eran las cuatro, permanecimos en el aeropuerto a la espera de un horario para tomar el taxi. Durante la espera, la cantidad de sillas se vió desbordada por la cantidad de pasajeros y para poder sentarnos (y dormir un ratito sentados) accedimos a los exorbitantes precios del único restaurante abierto. Comimos unos horribles ravioles casi fríos con una textura muy cercana al plástico, y nos acomodamos para dormir unas horitas, con todo éxito.
Cuando el horario de nuestro traslado se hizo más próximo, comenzamos las negociaciones con los taxistas, el problema no era el precio, era el idioma. Con un poco de imaginación y muchos gestos nos subimos a un taxi, aun desconcertados por que hasta en el puesto de “Atención al turista” del aeropuerto de una ciudad como Moscú, el único idioma que se hablaba era el ruso.

Ya en el vehículo, nos relajamos…eran las 7.30, llegaríamos bien. En el trayecto empezó a aparecer la ciudad, sacamos nuestros mapas para tratar de ubicar al taxista, que jamás había entendido cual era nuestro destino. Por momentos el auto no avanzaba. Las carreteras se volvían playas de estacionamiento temporales y no había forma de mejorar la situación. Nuestro malhumorado conductor no hacía más que enojarse ante las preguntas o indicaciones que pudiéramos sugerir. El tiempo pasaba, y así, se pasaron las nueve (hora límite para dejar los bolsos en nuestro primer hogar ruso). El cambio de horario, nos puso un poco nerviosos, pero coincidimos en cambiar el rumbo como forma de superar el problemita. Sin embargo, el tránsito no mejoraba (los humores a bordo ya eran insostenibles) y cuando descendimos del vehículo en la Plaza Roja (pleno corazón de Moscú, con valijas, bolsos y cansancio), eran las 11.30 de la mañana. Cuatro horas en un taxi. Sorprendente!

La gran moraleja de todo esto es que las ciudades que tiene un transporte que va por debajo de la tierra, conocen lo difícil que es ir por la superficie. Los 45 minutos de metro con combinaciones no se comparan a la cantidad de horas que pasamos en el taxi (conjeturando hasta la posibilidad de estar siendo secuestrados). La siguiente moraleja que nos tocó asimilar es que cuando en el centro de la ciudad buscas que te guarden las valijas un par de horas, es muy posible que sospechen intenciones terroristas.

12/02/2013 19:59:17

Publicado hace 12 años en Viajar por Europa > Viajes por el continente

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