Una blanca y tranquila ciudad colonial como Mompox, en el norte de Colombia, ubicada en una isla que forman los dos brazos del gran río Magdalena, ese es un destino para no perderse.
Para llegar, ya es una aventura. Fuimos en avión desde Bogotá a Montería y desde ahí en coche unas 3 horas hasta el puerto fluvial más cercano: Magangué, un pueblo de pescadores a orillas del río Magdalena. Desde ahí se toma una "chalupa" hasta Mompox. Una chalupa es una lancha a motor pero bastante artesanal y en la que viajan personas por turismo, por su día a día o llevando productos agrícolas para el comercio.

Al llegar a Mompox, te recibe su aire cálido y sus encantadores anfitriones. Los momposinos son gente de gran corazón que viven con las puertas de sus casas abiertas y que te acogen con generosidad.
Nos alojamos en un hostal en el centro del pueblo. Era una casona momposina con el suelo de gres a juego blanco y negro como un ajedrez, con un patio interno cargado de plantas, las habitaciones muy cómodas y amplias y al final de la casa lo mejor de ella: su cocina y el comedor, en donde nos sirvieron cada mañana las exquisiteses de la zona.

Recorrer Mompox está ligado al abanico que debes llevar para el calor, a la cámara fotográfica para capturar la hermosa arquitectura (patrimonio de la humanidad por la UNESCO), a los ojos bien abiertos para deleitarse con las dos grandes joyas de la tierra: la filigrana de oro y plata y la forja de hierro; y por supuesto, está ligado este viaje, de manera irremediable a su cocina, rica en manjares como "bollo de yuca", suero, butifarras ahumadas, "bollo de maiz", bagre o bocachico (peces) con plátano frito, arroz con coco, queso de capa y una gran variedad de zumos de frutas exóticas como el tamarindo y el níspero.

Pero lo mejor que tiene este encantador lugar es su río. Y precisamente el río Magdalena fue el que le dio la posición geográfica a Mompox para ser la primera ciudad colombiana en proclamarse independiente de los españoles y ser gestora de las juntas de la independencia, así como ser un paso obligado para todos los héroes de esa guerra. Fue ese río, el que le dio el impulso mercantil y el auge comercial que tuvo en su tiempo. Es ese río el que le impone el estilo místico que tiene Mompox: sentarse una tarde a su orilla, en una de las terrazas de los bares o restaurantes, con un buen vaso de zumo frío.... y ver como la vida momposina pasa lentamente con tanta alegría y sencillez. Es ese río el que le regala a Mompox, la cercanía a una de las principales ciénagas de la zona, en donde se puede viajar en una lancha a motor y encontrar un sin número de especies animales (garzas, gavilanes, peces, cerdos, vacas....) y vegetales entre las aguas pantanosas, así como permite admirar el arte de la pesca artesanal y tradicional inmersa en un paisaje al atardecer que ninguna fotografía es capaz de capturar.

Mompox es sin duda, más que un patrimonio cultural para la humanidad!!!!

Publicado hace 13 años en Viajando por América > América del Sur