Mágico y sorprendente han sido la mezcla de colores, sabores, aromas y sonidos que me traigo impregnados en la mente y que no me han cabido todos en la maleta. Ha sido un viaje único y para mí inolvidable todo lo que he podido vivir en un cálido y lluvioso invierno de Salvador de Bahía de todos los Santos. En la Pousada do Pilar en pleno centro histórico en el famoso Pelourinho, he saboreado los más delicioso zumos de las más variadas frutas tropicales y me he deleitado con las excelencias de la mejor cocina casera brasilera hecha por las amorosas manos de la negra Pilar. Todo a un precio de risa. Las gentes de Bahía son increiblemente amables y de todos los colores como las fachadas de sus casas, con una mezcla de religiones y rituales incontables, la espiritualidad se palpa a la vista. Hay que visitar la Iglesia de Nuestro Señor del Buen Fín y disfrutar de sus playas y de sus músicas y de su carnaval. Hay que volver inmediatamente para cargar las pilas y llenarse de buena energía y buenas sensaciones.

Publicado hace 13 años en Viajando por América > América del Sur