Mi viaje a Salvador de Bahía en Brasil me descubrió un mundo fascinante de mezcla de razas, religiones, ritmos y colores. Pude comprobar como todo ese coctel imprime carácter a una ciudad única en el mundo con una forma y un ritmo de vida únicos , capaz de contagiar al visitante en cuanto empieza a pasear por sus calles coloristas y a vivir la vida al son del bahiano.
Uno de los paseos peatonales preferidos en el centro de la Ciudad Alta, es la Plaza de San Salvador, conectada al Terreiro de Jesus a través de la Catedral. Esta zona no solo es la puerta de entrada al histórico Pelourinho, sino que también goza de una animada vida cultural y comercial en sus numerosas tiendas y locales gastronómicos.
Entre los célebres carnavales de Brasil, el de Bahía ocupa un lugar incomparable por sus pintorescas tradiciones y su espíritu alegre y desenfrenado. Los propios brasileños lo consideran el carnaval más divertido de Brasil.
Salvador posee una de las costas más extensas del pais,con 50 Km. de playa de arenas blancas, desde Inema Inema hasta Flamengo, son varias las playas que se distribuyen entre la ciudad baja y la ciudad alta. Me encantó la Playa de Forte, que aunque está alejada del centro, tiene una riqueza ecológica deslumbrante.
Salvador es una ciudad de gran arraigo religioso, como demuestra la gran cantidad de iglesias y capillas antiguas que se distrubuyen en su territorio. Los templos ineludibles son la Catedral de Salvador, majestuoso ejemplar de la arquitectura manierista con más de 300 años de antiguedad; la Iglesia de Nosso Senhor do Bonfim sobre la peninsula de Itapagipe, de rica decoración neoclásica; y el Convento de San Francisco, una de las iglesias de más grandes de el país, de lujoso estilo barroco. El ritmo de vida de Salvador de Bahía y sus gentes me llegaron a lo más hondo. Estoy seguro que algún día volveré.

Publicado hace 13 años en Viajando por América > América del Sur